Tribus
[🎧] Numb - XXXTENTACION
Con la cabeza baja se dirigió al edificio donde vivía por puro instinto. Su pasos largos pero débiles lo llevaban a su destino, entró y pasó por la recepción ignorando por completo a la chica que le saludó.
— No seas grosero, Kacchan... — Hizo un puchero sabiendo que el cenizo no podía verlo... Ni oírlo.
Katsuki subió al elevador presionando el botón del piso 3, una vez dentro vió su reflejo.
Ojeras terriblemente notorias, ojos rojos e hinchados por llorar, pálido por no poder comer como debía, pues cada bocado que probaba, este le sentía una textura viscosa provocando arcadas de asco. Se veía mal y eso a él no le sorprendía.
Una vez el timbre del elevador sonó, salió a grandes zancadas del mismo y se dirigió al departamento. Con llaves en mano, se quedó quieto frente a la puerta café con el número 4.
Todo se detuvo, no quería entrar, su respiración se aceleró a tal punto en el que sentía que sus pulmones estallarían. Apretó fuertemente los ojos intentando ahuyentar las lágrimas que amenazaban con salir.
Pues quien se sentiría aliviado por llegar a aquel lugar que solía llamar hogar, después de una gran pérdida como el de perder a la persona que tanto amas.
Izuku lo veía con preocupación, pues le dolía en su alma ver como aquel que ama y considera su pilar, aquel gran hombre fuerte, se desmoronaba ante sus ojos.
— Kacchan... Debes entrar y descansar... — el peliverde intentó posar su mano en el hombro del rubio pero esta simplemente no lograba tocarlo. Con un suspiro cansado permaneció a su lado, hasta que el hombre se recobró lo suficiente como para lograr meter la llave y girarla.
A pasos pesados logró entrar, cerró con llave y las dejó en la mesa. Se quitó el saco húmedo y lo dejó caer al piso.
Se dejó caer en el sofá con la cabeza echada en el respaldo, sus ojos con ojeras enormes estaban fuertemente cerrados así como sus manos en sus muslos.
Levantó la cabeza, logrando que en su campo de visión apareciera algo que lo hizo estremecerse. Pues frente a donde estaba sentado, había una mesa de centro, y sobre esta, una caja mediana de cartón que le fue entregada por Inko.
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La miro con miedo. Desde que la policía le dio las pertenencias del peliverde a su madre, esta se desmoronó por completo al ver el contenido, días después, con mucho dolor en el rostro de la mujer, le entregó aquella misma caja al cenizo.
— A mi pequeño le hubiera gustado que tú la tuvieras... —
Esas palabras llenas de dolor se repetían una y otra vez en su cabeza cada que veía esa caja.
— ¿Debería abrirla? — Se preguntó.
— Yo digo que lo hagas... — comentó el pecoso como si el otro pudiera oírlo.
— Tsk... Tengo que hacerlo tarde o temprano...
Se sentó en la orilla del sofá y jaló la caja hacia él. Respiró profundo y pasó su mano por su cabellera rubia. Tomó las pestañas y las retiró para dejar expuesto el contenido.
Lo primero a la vista fue una foto. Al tenerla entre sus dedos lo hizo retener la respiración.
En la foto, salían Izuku y él. Con sus pijamas compartidas de su héroe favorito. All Might. Ambos niños se encontraban con un brazo alzado sonriendo sobre el sillón. La foto tenía líneas de dobleces en las esquinas.
— Y yo buscándola cuando la tenías tú ... — susurro con una leve sonrisa.
— Es que... Es de mis favoritas... — Contestó el pecoso.
El rubio volvió su mirada a la caja y sacó una sudadera perfectamente doblada. La alzó y notó que era la prenda que llevaba Izuku aquel día. Estaba sucia, manchada y con algunas partes rotas. Sus brazos los sintió pesados y llevó a su pecho aquella sudadera que aún mantenía el olor de su chico más olores que no pertenecían a él, olor a humedad y sangre.
Izuku lo veía sufrir y sentía que se rompía, que su "cuerpo" crujía con cada sollozo soltado por Katsuki. Podría decir que su alma se rompió en pedazos.
En ningún momento se le cruzó por la cabeza el querer soltar esa prenda, la mantuvo en su regazo un buen tiempo en lo que lograba calmarse.
— Maldita sea... Esto será más complicado de lo que pensé. — Metió la mano en la caja sacando las llaves con un llavero de All Might del departamento. Las tomó en sus manos decidiendo ocuparlas en lugar de las suyas.
Echó un vistazo más a la caja y en esta se encontraba la cartera del pecoso, un celular y una cajita negra. Sacó los objetos y revisó la cartera, viendo que en esta no había más que unos pocos billetes y tarjetas de crédito, así como su identificación.
— Pff... Siempre llevándola aún si solo tenias unos centavos... — sonrió dejando la cartera.
— Es costumbre... — el menor se encogió de hombros.
Tomó el celular, pero estaba confundido. Ese no era de Izuku. Intentó prenderlo pero no tenía batería. Se levantó y buscó si el cable de su cargador encajaba con el celular. Y así fue. Lo conecto y regresó a la sala, lo revisaría cuando tuviera suficiente pila.
La cajita negra le daba curiosidad, la observó con detalle, notando que aquella cajita negra era de terciopelo, muy elegante, cuadrada y de orillas curvadas. La tomó en sus manos y un temblor en sus manos se hizo presente.
— Esto no es bueno... — Se dijo a sí mismo el pecoso estando a un lado del cenizo.
La respiración agitada de Katsuki lo alarmó, pero no volvió a intentar hacer algo, ya que al hacerlo, la desesperación llenaría su cuerpo por no ser de ayuda.
Con ojos llorosos abrió la cajita — No... por favor... — Su rostro palideció, el aire se fue de sus pulmones aferrando su agarre en la cajita.
La mente en blanco intentando procesar lo que sus ojos veían.
Anillos.
Dos hermosos anillos dorados con una piedra incrustada en el centro. Una pequeña, bonita y brillante piedra esmeralda resaltaba en el anillo más grande. El otro, que era más pequeño, llevaba una piedra rubí.
Los miró con miedo, con pánico. Sería estúpido no saber que eran anillos de compromiso.
— Kacchan...
No pensó que pudiera ser posible romperse más. Izuku. Su Izuku le iba a pedir matrimonio. Que enlazaran sus vidas aún más. Que sellaran su amor en una ceremonia en presencia de sus seres queridos.
Cerró la cajita sin verla de nuevo y la guardó en su bolsillo. Tomó la sudadera del peliverde y fue a la habitación. Se sentía fatal, no sabía cómo reaccionar. Eran muchos sentimientos revoloteando en su alma sin piedad alguna.
Se recostó boca abajo dejando su rostro enterrado en la sudadera y sin permiso, lágrimas espesas salían, no emitía sonido alguno, solo caían. Intentando acomodar su mente, este cayó dormido.
— Descansa~
~
— Shoto... abre la puerta. — insistía nuevamente el mayor de los Todoroki. — Por favor...
Shoto se mantenía en su cama, específicamente en la esquina sin apartar la vista de la foto en sus manos.
— Debo hablar contigo.
Estaba tentado a abrir, pero no quería que alguien lo viera con lástima, que se apiadara de él por perder a su mejor amigo del alma. Pero que Touya insistiera tanto y no le hablara de mala manera, le preocupaba.
Se levantó y abrió con cuidado. El albino entró y dejó una bandeja con comida en el buró.
— Primero come algo.
— ¿Qué es lo que quieres?
— Come
El heterocromático rodó los ojos y tomó un sándwich, masticando con lentitud mientras que el mayor se levantó y cerró la habitación con seguro. Eso hizo que Shoto se alertara. Luego vió cómo su hermano se dirigía a la ventana y vigilaba en todas direcciones.
— ¿Qué haces?
— Vigilo
— Dime ya que es lo que querías. — Dijo dando su último bocado.
Touya bajó la mirada, cerró los ojos y apretó una de sus manos a su pecho. Soltó un suspiro y Shoto escuchó.
— Creo... Creo saber quién fue. — murmuró
— ¿Qué?
Touya volteó a ver a su hermano y este se sorprendió al ver qué lágrimas traicioneras salían de sus ojos.
— ¡Se quién mierda le hizo todo eso a Izuku!
Gritó mientras ponía en el escritorio frente a la venta un celular, que al momento de ponerlo ahí, la pantalla mostró una foto de sus amigos.
~
Kirishima ya no sabía qué hacer. Dejó a su novio en la casa de sus padres, le dijo que quería estar solo y eso hizo. Pero algo le decía que no lo hiciera. No podía dejarlo solo, pero el hostigarlo tampoco era una posibilidad. Quería estar con él, cuidarlo y no dejarlo, que supiera que podía llorar todo lo que quisiera y él recogería cada pedazo de él. Shoto era el chico más sensible y emocional que conocía, era puro, inocente y tal vez un poco ingenuo, pero era parte de su encanto.
Tampoco quería dejar solo a su hermano, a su Bro. No sé imaginaba el dolor y sufrimiento que ha de estar pasando, ponerse en su lugar unos segundos lo mataba, no quería que su Shoto desapareciera así de su vida.
Estaba cocinándose la cabeza en el sofá de su departamento hasta que una notificación llegó a su celular.
Era Shoto. Le alegró saber que le mandaba mensaje. Pero al leerlo su ánimos se fue a la mierda. Tomó sus llaves junto a su chaqueta y salió deprisa a la residencia Todoroki.
— Es Izuku... Te necesito...
~
Era tarde. Demasiado tarde. La luz de la luna se metía por entre las cortinas. Se estiró haciendo su cuerpo tronar y en cuanto se sentó, el dolor de la pérdida llegó de golpe. Recordando lo solo que se sentía.
Vió la hora en su mesita de noche, siendo las doce de la noche. Vió su celular y notó que tenía un mensaje de Shoto, pero antes de tomarlo, vió el celular que encontró en la caja y la curiosidad se instaló en él.
— No lo hagas... No tú... — habló Izuku entrando en pánico justo frente al mayor.
Lo prendió y esperó a que cargarán las aplicaciones. Era simple, sin contraseña, sin fondo de pantalla, sin alguna red social abierta, nada. El recordaba que el celular del pecoso tenía juegos, aplicaciones de sus redes sociales, y en su fondo de pantalla había uno de ellos dos llenos de harina el día del cumpleaños del rubio cenizo.
Y entró a la galería.
Ojalá no hubiera entrado.
Ojalá no hubiera sido él en encontrarlo.
Pero...
La curiosidad mató al gato... ¿No?