Amor entre libros
Leer resultaba un escape de la realidad para Eric. Lo hacía liberarse de sus problemas que se acumularon ante la humillación que pasó con Penélope Brooks. Salir de esa relación fue bastante difícil. Sin embargo, llorar no le producía una salida como lo eran los estantes de la biblioteca de aquella prisión que llamaba instituto. Sobre todo, al tener una buena vista de su nueva empleada; Gretchen Oller. Se notaba joven y risueña. Además de que le gustaba ayudar a los estudiantes a parafrasear o análisis sus libros de literatura clásica.
Para él, algo en ella llamaba su atención, especialmente cuando la veía en sus momentos de soledad desde su escondite preferido del anaquel. Se notaba que ella se devoraba libros de la misma manera que él; en días. Lo cautivaba; no obstante, tenía miedo de acercarse al sentirse aún herido y que pudiera usarla o viceversa. Simplemente prefería admirarla desde lejos al mismo tiempo que compartía ojear la copia que ella podría tener en sus manos. La veía reír a medida que avanzaba en su lectura, como pasaba sus mechones de cabellos rizados desordenados por detrás de su oreja perforada, su amabilidad para dar su ayuda a comprender a profundidad las palabras más extrañas que se podían presentar. Incluso en el misterio que la atraía.
Eric comenzaba a considerar a Gretchen como una historia en la que quería ser atrapado por lo prohibido y apasionado que se veía esa travesía. Suspiraba entre los estantes al estar solo ella, su persona y los libros de por medio. De cualquier forma, al distraerse por contemplarla, el libro que estaba en sus manos se cayó haciendo un poco de escándalo.
—¿Quién anda ahí? —preguntó aquella mujer.
Él no respondió, solo se dejó cautivar por el sonido de su voz.
—Te oí, extraño —cerró su libro una vez que lo marcó donde lo había dejado—. Si no quieres problemas, muéstrate.
De nuevo, hubo silencio.
La mujer se molestó, aproximándose al otro lado del librero para descubrir quién era ese desconocido. Para su sorpresa, no había nadie. Solo una copia del libro que estaba leyendo, pero se sorprendió de ver una; ella recordaba que todas estas fueron retiradas de la biblioteca por considerarse inapropiadas. Sospecho que le pertenecía a alguien, por lo que se agachó para tomarla. Abrió la cubierta, y no había un nombre. Simplemente las iniciales “EZ”, lo cual no era mucho.
Sin embargo, era una manera de tener un indicio para saber quién era si es que lo volvía a atrapar.
Los días comenzaron a pasar después de ello. Eric no había vuelto a su lugar secreto por miedo a que ella se burlara de él por estarla espiando, mas quería recuperar su preciado libro, que era lo único que podía decir que los unía en cierta forma al estar separados por muchas diferencias al ignorar el simple estante que solo le permitía verla. No podía arriesgarse a exponer su identidad. Él era un estudiante de tan solo diecisiete años y ella una empleada de seguro de unos veinticinco años, aproximadamente.
Eso podía perjudicarlos a ambos. Se sentía mal por perder, otra vez. Ni siquiera se había molestado en pasar por la biblioteca. Solo observaba unos segundos la entrada en la hora habitual del descanso en la que ella seguro se encontraba leyendo en su escondite.
Él suspiró, para luego continuar con su camino; no obstante, antes de poder irse, se detuvo al oír cómo le llamaba la voz de esa mujer que lo había regañado por husmear donde no debía.
—¡Hey, joven!
Eric no pudo evitar asustarse porque lo vio, sobre todo cuando se dio cuenta de que el pasillo estaba solo, haciendo más fácil que lo notara. Tragó en seco su saliva, buscando apresurar su paso.
—¡No huyas! —reprendió la bibliotecaria.
Aquel joven buscó ignorarla, pero le era imposible fingir que no escuchaba sus palabras por la forma insistente con la que intenta tener su atención. Aunque, en algún punto de su retirada, detuvo su andar al percatarse de que ella paró de hablar. Se sintió anonadado repentinamente; incluso miró hacia atrás para observar si no se había cansado o si le había pasado algo.
Ella no estaba. Eso le pareció extraño.
—Joven, ¿podemos hablar? —preguntó ella a sus espaldas.
A Eric se le erizó la piel mientras intentaba nuevamente huir; no obstante, le fu inútil. La bibliotecaria lo había tomado de brazo, arrastrándolo hacia un pasillo en el que podían transitar pocas personas. A Eric le asombró que conociera esta ruta. Sin embargo, prefirió perderse en su mirada de ojos color café tan adictivos.
—¿Sabes por qué quiero hablar contigo? —él negó como respuesta a su pregunta, pero eso a ella no lo convenció—. ¿Estás seguro? ¿Quieres que te refresque la memoria?
Ella sacó su libro. Verlo hizo que sus nervios se incrementaran todavía más.
—Creo que me confunde de estudiante —se excusó entretanto desviaba su mirada a otro lado—. No soy uno bueno, casi ni voy a la biblioteca.
—¿Y cómo sabes que encontré este libro ahí?
Él se delató.
—Responde, EZ, ¿por qué me espiabas en mis ratos libres? —le interrogó otra vez—. ¿Eres un pervertido?
—No del todo, y no preferiría decir la palabra espiar… Me gustaría mas decir admirar —contestó un poco apenado—. Tranquila, no lo volveré a hacer. Solo devuélveme mi libro, te prometo que no te molestare más.
Gretchen meditaba esas palabras que le acababa de expresar, teniendo entre sus manos el objeto de valor que los retenía en esta conversación. Le impresionó que, realmente, hubiera alguien que la contemplaba en esos ratos aburridos durante un largo tiempo. Aquello le hizo interesarse un poco en él, pero tenía que mantener ética de no verse así con un alumno que no sabía nada por su trabajo.
—Te lo daré, si me dices quién eres —pidió—. Sé que sabes quién soy, así que, lo mínimo que puedo saber estando en tu juego, es tu identidad, EZ.
Eric exhaló. Tenerla tan cerca le hacía volar su imaginación; por lo tanto, decidió acortar aún más esa distancia con ella. Si esta iba a ser su última oportunidad de tenerla así, debía aprovechar.
En ese momento, sin dudarlo, mejor dicho, sin ni siquiera pensarlo, él decidió unir sus labios con los de la mujer unos segundos. Gretchen se asombró. Sin embargo, pese a todo lo malo que esta situación representaba, ella no lo apartó. De la misma manera que ese estudiante la tenía atrapada, se dejó llevar unos instantes más en ese beso.
—Soy Eric Zachary —se presentó el joven, separándose del gesto para luego tomar el libro de su mano—. Espero no te molestara eso. Yo simplemente quise probar unos momentos a que sabía el peligro y vaya que sabe muy bien…
Él se fue sin decir nada, dejando solamente el sabor de sus labios impregnados en los de ella para que tuviera algo que ninguno pudiera olvidar.
Otra vez las semanas comenzaron a pasar, si bien la situación con respecto a la bibliotecaria y ese estudiante no se había repetido otra vez. Para esa mujer que era todo un ratón de biblioteca, ese beso no le fue suficiente.
De lo emocionante que fue, ella se quedó con la idea clavada en la cabeza de que quería probarlo más a profundidad, incluso en situaciones no adecuadas, aunque eso pusiera en juego su empleo. Gretchen estaba desesperada, sobre todo porque había dejado de ver rondar por su escondite a aquel estudiante llamado Eric, el cual, sin razón alguna, había desaparecido como sus ánimos por leer; tanto le había afectado su ausencia que ni siquiera se molestó en terminar aquel que pausó por hacer su papel de detective. Ahora que había descubierto quién era, le continuaba causando curiosidad.
Algunos podrían decirle que tener esos pensamientos era tonto, pero, para ella, rememorar el sabor de sus labios como la mirada con que la que le depositó ese le indicaba ese deseo que esconde, haciéndole admitir que era inesperadamente mutuo.
En consecuencia de ese flechazo, ella se terminó quedando durante sus largas jornadas laborales viendo hacia la puerta de la biblioteca mientras tocaba sus labios para seguir recordando la sensación, como si eso le ayudaría a atraerlo o tener indicios de cómo podría llegar él. Realmente era lo único que podía hacer. No quería buscarlo para no levantar sospechas, menos sin alguna excusa válida para molestarlo.
En las últimas dos semanas que pasaron, estaba por rendirse. Ya no sabía qué hacer hasta que un día en particular se encontraba cerrando la librería del instituto. Ella se acercó a la puerta una vez más para volver a asegurarse de que estuviese cerrada antes de irse a casa. Cuando lo corroboró, se percató de que a sus pies había una nota doblada que alguien había deslizado por el travesaño inferior de la misma, esperando a ser encontrada.
Ella se agachó para tomarla y al abrirla esta decía:
“Quiero conversarte con el pretexto
De que de algo quiero hablarte,
Pero realmente quiero probar el peligro…
Una vez más”
-EZ.
Gretchen se quedó sorprendida de lo que leyó. Sintió que él había leído la mente con su pensamiento de darse por vencido, por no decir que comprendió en esas simples palabras que ese estudiante quería ir más allá con su persona.
Era demasiado evidente suponerlo en esas simples cuatro líneas.
Ella no podía negar también que compartía ese gusto culposo, así que, mirando más abajo, observó una dirección, la cual hizo que una sonrisa se posicionara en sus labios para después salir hacia dicho lugar que le fue propuesto.
La bibliotecaria se encaminó hasta un parque, donde se percató de que Eric estaba ahí sentado esperándola y este, al darse cuenta de que vino, se impresionó. De seguro, aquel estudiante pensó que no lo haría por lo políticamente incorrecto; sin embargo, ambos tenían las mismas intenciones y cuando vio que ella corría hacia él, unieron sus labios en un beso que le indicó lo suficiente.
Ellos en un abrir y cerrar de ojos se habían ido. Estaban lejos de ese establecimiento público para encerrarse en la oscuridad de la habitación del joven e iniciar con lo que les incitaba el deseo.
Todo estaba pasando muy rápido.
Gretchen, dejándose llevar por las suaves caricias con mucha delicadeza que le daba Eric, esas que le transmitían lo mucho que se había aguantado en tenerla para adorarla, la estaban enloqueciendo, haciendo que comenzara a temblar por cómo sus dedos jugaban de forma inquieta por su piel, al mismo tiempo en que expresaba su pasión entre suspiros; su anhelo continuaba fomentándose. Ella no evitaba exhalar en esos instantes que se separaban por perder la respiración en cada beso que se daban, pero eso no los iba a detener.
Ellos, en su pequeño juego preliminar, continuaron explorándose a través de sus manos; ambos disfrutaban de recorrerse mutuamente, sintiéndose impresionados de lo que la ropa le ocultaba a la vista. Estaban tan entusiasmados por el momento que en sus miradas se podía ver el apetito sexual que se tenían.
Ninguno lo soportó más y terminaron desvistiéndose en el proceso.
Si bien, por cortesía, se hizo la pregunta de si podría hacerlo antes de sacar a la bestia que se apoderaría de sus ganas, y ella le permitió tomar lo que tanto él quería probar. Así como Eric se lo permitió a Gretchen.
Ambos, entre sus sonidos alocados y desesperantes, lo dieron todo.
Sin embargo, en algún punto, después haberlo estado haciendo un par de rondas sin parar, a la bibliotecaria le preocupaba de dejarse atrapar en esto de ir más allá por lo bueno que era. Esto que hacían, aunque fuese asombroso, seguía siendo arriesgado pese a lo mucho que se sintiera bien y complementario. Ella no evitó sobre pensarlo al punto que incluso su mirada y su cuerpo se lo manifestó al estudiante haciéndolo parar en seco sus movimientos.
Aquel joven conocía muy bien esa reacción. No hacía falta que le pidiera que debía detenerse; por ese gesto tan abrupto sabía que tenía que hacerlo porque entendía la razón por la que lo hizo, así que, estando con ese mal sabor de boca, paró en el acto.
—Eric, lo lamento… —se disculpó llorando de repente—. Esto no puede comenzar, y si lo hace, esto no puede ni siquiera seguir…
Con esas palabras, era ahora él quien temía perderla y no ser correspondido después de haberla encontrado en aquellas circunstancias tan extrañas por las que quería arriesgarse de una vez por todas, sin importarle los rumores que esto generaría. Él no pensaba igual, pero a ella se le notaba que tenía su opinión en esto. Por lo cual, no dijo nada, solo fue cauteloso en retirar su miembro de donde estaba; ya no tenía ánimos de continuar.
Al menos, ella le estaba siendo sincera.
Eric solo se sentó a la orilla de la cama, sintiéndose frustrado, mientras que Gretchen se percataba de que lo que dijo tuvo una reacción muy mala en él. Como reflejo, ella se levantó para abrazarlo por su espalda, indicándole que no había hecho nada malo.
—Eric, no tienes por qué estar así.
—No, por eso, no te culpo, Gretchen. Supongo que todo esto fue una mala. Después de todo, solo era un capricho mío que quería saciar por la tentación tan descabellada que era —su voz se entrecorto. A él le dolía no volver a ser correspondido—. Todo está bien, te agradezco darme esta primera y única última oportunidad.
Ella acarició su pecho para consolarlo. Estando así de juntos, sabía que debían de aprovechar en disfrutar lo que les quedaba.
—Entiende que para nosotros esto está mal por el hecho de que es una relación prohibida, y, en mi caso, las apariencias serían muy juzgadas… —expresó sus razones—. Sin embargo, me tocaste el alma. No puedo negar que desde que me besaste y admitiste que no te aburría verme en mis ratos de come-libros, algo en ti me terminó atrayendo. No me arrepiento de esto que acabamos. Yo también quise probarte —confesó haciéndolo soltar una sonrisa a su acompañante—. No podía dejar de pensar en ti y en ese beso, así que yo aprecio que quisieras intentarlo. Aunque estuviese a punto de rendirme…
—Es mi culpa, lo sé. Lamento que fuera aun un niño para poder tener algo —se disculpó por su edad.
—No te preocupes. Estando en este mundo en el que vivimos es complicado, aún más si yo tampoco soy lo adecuado para ti en términos de edad.
Eric se rió de ese comentario. A él no le molestaba lo que pudiese aparentar. A él realmente le gustaba ella por lo que sintió en ese primer momento que la vio siendo tan perfecta en su simpleza.
—En serio, eres un gran misterio, Gretchen. Por eso, yo no pude evitar en sentirme atraído hacía ti —fue sinceró de porque empezó todo—. Buscando escapar de la rutina que tengo, decidí ser más observador de lo que soy. Pero no esperaba encontrarte al verte ahí tan escondida disfrutando de los mismos libros que yo, mientras hacías todos esos gestos tan encantadores —una sonrisa se dibujó en sus labios. Ciertamente confesarse sus sentimientos le hizo sentir mejor—. En serio, gracias por permitirme estar más cerca de ti…
Ella lo apegó más a su torso desnudo sintiendo su calidez.
—Por más que esto no pueda suceder, Eric. Yo te recordaré como ese amor fugaz que me enseñó que todo puede valer la pena, incluso por unos breves instantes —aseguró besándole el cuello—. Para mí, tú serás siempre el mejor acertijo que pude resolver.
—Y tú, Gretchen —percibiendo el escalofrío que le acababa de provocar en su nuca, decidió girarse para quedar frente a frente y besar sus labios como en señal de promesa de que aceptaba esas las palabras que mutuamente se dedicaban—. Siempre serás el mejor amor entre libros que pude encontrar.