Capítulo 1
Selene
Miro alrededor, sintiendo como todo da vueltas y mi conciencia comienza a perderse. Mi miedo y la adrenalina son tan fuertes que apenas siento la espada que han clavado en mi estómago por la espalda.
Toso.
Sabe a hierro.
Busco la mirada de Isaac desesperada, asustada, presionando mi herida tratando de detener la sangre.
Mi esposo me mira con asco, como si mirara una cucaracha de la calle, y hace un gesto con la mano, a lo que mi asesino mueve la espada más hacia arriba, haciendo más grande la herida y cuando retira la espada, me caigo directamente al suelo.
— ¡SELENE! ¡SELENE!
Mi vista se va ahora a Eros, encadenado como un animal a un poste. Ni con su fuerza consigue liberarse, y aunque la vista comienza a fallarme, atisbo lágrimas en su mirada mientras me llama a gritos.
Mi único amigo.
Mi esposo lo capturó un par de años atrás en uno de los bosques de la capital. Tiene forma humana, pero solo hace falta ver sus ojos para saber que no lo es. También tiene unos cuernos un poco más arriba de su frente, una melena negra como el carbón, y su piel grisácea, extrañamente atractiva.
Cuando lo ví por primera vez, tuve miedo.
La segunda curiosidad.
Y, a la tercera, quise intentar ser su amiga.
Él se negó, evidentemente. La esposa de su captor no es precisamente la persona que quieres como tu mejor amiga, pero por algún motivo, en algún punto aceptó charlar conmigo, y poco a poco, la confianza fue en crescendo, hasta ahora.
— ¡AYUDADLA! ¡SALVARLA! — Ruega. — ¡Haré lo que me pides! ¡Por favor! ¡Ella no!
Toso. Más sangre. No sé como sigo consciente. ¿Será mi cabezonería?
Cuando siento que estoy por dar mi último respiro, miro a Eros.
Yo le puse nombre.
Le prometí que algún día sería libre.
Soy una mentirosa. ¿cierto?
De un momento a otro, un profundo grito sale de su garganta, escucho el estruendo de las cadenas caer y un alarido de mi esposo, pero mis ojos ya se han cerrado. Mis párpados pesan. Noto unas manos grandes presionar mi estómago, temblorosas.
Silencio.
Abro mis ojos.
¿Por qué estoy en la casa de mi padre?
Reconozco el techo de mármol que había en mi antigua habitación, el dosel de mi cama, mis sábanas favoritas, mi pijama...
Por inercia llevo mi mano a mi herida, pero me doy cuenta de que no me duele nada. Sorprendida me levanto de la cama.
— ¿Eros?
Busco a mi alrededor algún rastro de él, pero, ¿Cómo ha podido traerme hasta aquí? ¿Le dije en algún momento la dirección?
Y mi vista choca con mi espejo del tocador.
Miro mi rostro, bastante más joven. ¿Esto es real?
Mis manos bajan a mi estómago, mi ansiedad crece así que casi arranco mi vestido para ver mi barriga sin obstáculos. Está perfecta.
¿Qué está pasando?
Tomo mi vestido de mala manera para cubrirme el pecho y abrir la puerta de mi dormitorio, encontrando a uno de los guardias que, al ver mis hombros desnudos, se sonroja.
— ¿¡Señorita?!
— ¿¡Qué dia es hoy?! — Le interrumpo.
Él se queda pensando unos segundos antes de contestar.
— 26 de Abril, señorita...
— ¡Año!
— 1856.
Cierro al instante la puerta, abro mi armario y me cambio por lo más cómodo que encuentro. No pienso quedarme aquí, en una jaula custodiada por ratas y traidores, no, me voy junto a la única persona que sé que nunca me hará daño.
Eros.
No sé si de verdad he vuelto, si es una alucinación post mortem o qué ocurre, pero sí sé que no pienso aguantar dos años de maltrato por mi padre más un matrimonio con un cerdo como Isaac. No. Me largo.
— Señorita, ¿está bien? — Entra mi única sirvienta, Letty, aunque más bien es la encargada de que no haga nada que pueda avergonzar a la familia. Descubrí con trece años que ella era un espía de mi padre, pero decidí no decir nada para evitar problemas.
— Mejor que nunca.
Me acerco a un armario y saco una mochila, donde meto algunas joyas para vender más tarde, un par de vestidos simples y mi caja de música, el único recuerdo de mi madre que no me han quitado.
— ¿A dónde piensa ir?
— ¿puedes traerme una medicina para la migraña? Creo que no he dormido muy bien...
— Claro, pero-
— ¡Gracias, letty!
Exclamo empujándola fuera de la habitación. Vale. ¿Cómo salgo de este lugar? Me asomo a mi ventana. Hay un árbol. ¿Soy tan subnormal de lanzarme sabiendo que mi nivel de agilidad es la de un bebé? Cuando escucho a Letty regresar decido que sí lo soy, me cuelgo lo mejor que puedo la mochila y, milagrosamente, alcanzo una rama. Me meto entre las hojas y trato de ocultarme, cruzando de una rama a otra hasta llegar al suelo, pero cuando me queda poco, mis manos no aguantan mi peso y caigo.
— auch..
Me levanto sobando mi pobre nariz y rodillas por unos instantes antes de salir corriendo a la parte de atrás de la mansión, donde conozco un buen sitio por el que salir.
— ¡Selene! ¡La señorita Selene ha desaparecido! — Escucho que ya comienzan a decir.
Hipócritas. Si no fuera por vuestro sueldo, no os preocuparíais ni un mínimo.
Llego a la verja sin problemas, lanzo la mochila por encima y después escalo. El vestido, aún siendo simple, me está estorbando bastante, por lo que tardo un rato en escalar y pasar al otro lado.
— ¡Disculpe! — Exclamo al ver un carruaje de un lechero. — ¿Podría ir con usted?
— No sé si... — Le doy un anillo de oro con perlas preciosas y se lo dejo justo al lado. — Suba, por favor, ¿Cómo podría rechazar a una jovencita como usted?
— Preferiría ir en el compartimento de atrás, si no es molestia.
— Si si, lo que quieras. — Dice examinando la joya. Yo subo por la parte de atrás y me escondo entre las jarras llenas de leche.
Ha sido mucho más fácil de lo que pensaba, aunque bueno, también es posible que me hayan visto e ignorado para no tener que trabajar.
Respiro hondo. No puedo creerme que haya conseguido escapar y solo me haya hecho un par de heridas por la caída.
Me permito asomarme levemente y miro la calle, viendo como un carruaje con el escudo de la familia MonteRosso va camino a la mansión, por lo que confirmo que, efectivamente, he viajado en el tiempo, pues hoy era el día en el que me hablarían del compromiso ya firmado por mi padre con Isaac.
No voy a negarlo, cuando me lo presentaron, no me negué. Me han criado para ser una buena esposa, y que tu prometido sea un joven atractivo, con buen estatus social y que, aparentemente, fuera un sol de persona, me emocionó bastante. Lastima que no recordé que el sol igual que calienta, también quema, abrasa y puede acabar matándote.
Suspiro.
¿Qué le diré a Eros cuando le vea? y ¿Cómo lo encontraré? Solo sé que vive en los bosques de la capital, y si no recuerdo mal, en la zona de las montañas.
— ¿Dónde quiere bajar?
— Dejeme a la entrada de la ciudad, por favor.
— Si, lo que sea.
Me ha tocado el lechero más majo de la ciudad como acompañante.
