Capítulo 1
La aldea de Hanbyeol, ubicada al pie de las montañas donde los valles se abrían como puertas al misterio, siempre había sido un lugar de contrastes. En sus calles se cruzaban las huellas del pasado y las promesas del futuro, reflejadas en sus habitantes: los Forks, los Cakes y los Normales. Cada uno de ellos con su propia función, su propio rol dentro de la compleja jerarquía que regía la vida en Hanbyeol.
Los Forks, como se les conocía en la aldea, eran considerados los líderes naturales. Fueron los que, en tiempos antiguos, dominaron las tierras, guerreros poderosos con una fuerza que superaba la de cualquier otro. Eran los protectores, destinados a la defensa del territorio. Su naturaleza era incansable, y su habilidad para “probar” a los Cakes los había convertido en figuras de gran respeto y, en algunos casos, de temor.
Los Cakes, en cambio, poseían un don peculiar. Su sabor dulce, que solo los Forks podían percibir, estaba presente en su carne y fluidos. Aunque muchos Cakes vivían sin conocer esta particularidad, los Forks eran inevitablemente atraídos hacia ellos. Jihoon era uno de estos Cakes, pero su llegada reciente a Hanbyeol lo mantenía al margen de las complejas tensiones que definían la convivencia en la aldea.
Desde que se mudó, Jihoon encontró su lugar en una pequeña panadería al borde de la plaza central. Aquí, su habilidad natural como Cake se entrelazaba con su destreza como panadero, lo que le permitía crear dulces irresistibles. La vainilla, su sabor característico, impregnaba el ambiente con un aroma cálido y reconfortante que atraía a los aldeanos de forma casi mágica. Sus productos se convirtieron en un emblema de la aldea, aunque Jihoon no entendía del todo por qué causaban tal fascinación.
En la víspera de la gran fiesta que celebraba el regreso de los guerreros, Jihoon apenas tenía tiempo para respirar. Los aldeanos acudían en tropel a su panadería, haciendo pedidos de última hora para la celebración nocturna. No sabía mucho sobre los guerreros ni sobre la importancia de la fiesta. La mayoría de ellos no solían interactuar con él más allá de un saludo cordial, y Jihoon tampoco buscaba involucrarse. Su prioridad era cumplir con los pedidos y mantener la panadería en funcionamiento.
–Jihoon, ¿te quedan más tartas de vainilla? – preguntó una mujer mayor, entrando apresurada.
–Estoy terminando un nuevo lote – respondió mientras colocaba con cuidado otra bandeja en el horno. Su tono era calmado, aunque en su interior sentía el peso de la jornada. La mujer le sonrió agradecida antes de marcharse con la promesa de regresar pronto.
El olor a vainilla llenaba el aire, envolviendo a Jihoon como un recordatorio constante de su naturaleza. Aunque desconocía su impacto en los demás, a menudo se preguntaba si era la razón por la que los aldeanos lo buscaban tanto. Sin embargo, esos pensamientos eran fugaces, siempre eclipsados por el ritmo frenético de su trabajo.
Mientras las campanas de la aldea resonaban para anunciar el ocaso, Jihoon se permitió un momento de respiro. Observó a través de la ventana cómo los aldeanos decoraban la plaza con guirnaldas y linternas. La emoción por la fiesta era palpable, aunque para Jihoon seguía siendo un misterio. Sabía que los guerreros eran una parte vital de la aldea, pero nunca había conocido a ninguno en persona. No podía imaginar cómo sería compartir el pan con alguien tan imponente.
La noche se extendía en Hanbyeol, entre el bullicio de la fiesta y las luces brillantes de las linternas, pero Jihoon se mantenía centrado en su mostrador. Su mirada recorría a los aldeanos que pasaban, saludando con una sonrisa tímida, su mente ocupada con el constante ajetreo de la jornada. No entendía del todo la fascinación por su panadería, ni el constante flujo de personas que lo visitaban. Para él, era solo una cuestión de cumplir con los pedidos.
Sin embargo, esa noche, algo en el aire parecía distinto. Los Forks, con su imponente presencia, llenaban la plaza, y aunque Jihoon no solía sentirse intimidado por la figura de los guerreros, había algo en ellos que le resultaba extrañamente inquietante. Estaba acostumbrado a su presencia, pero nunca tan cerca, nunca tan intensos.
En medio de la fiesta, los ojos de Soonyoung recorrieron la plaza, buscando un refugio en el que pudiera pasar desapercibido, algo que no le resultaba fácil dada la atención que siempre atraía. Aunque vestía la armadura de los guerreros, parecía menos tenso que los demás, caminando con una ligereza que contrastaba con la solemne formalidad de los otros. Sabía que esa noche era especial, pero prefería mantenerse al margen, como siempre había hecho. No le interesaban las ceremonias ni los rituales, solo el regreso y el descanso que su cuerpo pedía tras la misión.
Y fue entonces cuando lo vio. Un joven panadero, de pie detrás de un pequeño mostrador, ajustando con cuidado las bandejas de pasteles. Aunque Jihoon no lo miraba de forma directa, la concentración en su rostro, la suavidad de sus movimientos y el pequeño gesto de su mano al ajustar un pastel capturaron de inmediato la atención de Soonyoung. Era la forma en que se movía, cómo su presencia, silenciosa y cautelosa, se destacaba incluso en medio del bullicio.
Pero lo que realmente atrajo a Soonyoung, más que el movimiento del panadero, fue el dulce aroma que surgía de su dirección. Una fragancia cálida, casi embriagadora, que lo hizo detenerse sin pensarlo. La vainilla, familiar, pero con algo más, algo que le era imposible de definir. Era un olor que no podía ignorar, que lo llamaba hacia él como un imán.
No planeaba acercarse, pero cuando se dio cuenta, ya estaba frente al mostrador, con la mirada fija en el pastel de vainilla que Jihoon había colocado con tanto cuidado. Su presencia, tan natural entre los guerreros, parecía disolverse en el aire frente al joven panadero, quien lo miró con sorpresa.
—¿Ese pastel es tuyo? —preguntó Soonyoung con voz baja, ligeramente inclinándose hacia adelante, como si el pastel fuera el centro de su interés.
Jihoon, sorprendido por la aparición de uno de los Forks frente a él, trató de mantener la calma, aunque sus manos temblaban un poco al cortar un trozo del pastel. Era evidente que algo en el aire había cambiado, pero no comprendía qué.
—Sí... es mío —respondió tímidamente, alzando la mirada por un segundo, antes de volver a concentrarse en el pastel.
Soonyoung no apartaba la vista del panadero, observando su rostro con una atención que Jihoon no sabía si interpretar como casual o curiosa. El joven panadero le ofreció el trozo con una ligera inclinación de cabeza, intentando no mirar demasiado a los ojos del guerrero.
—Huele bien. ¿Puedo probarlo? —preguntó Soonyoung, su voz suave, pero con una autoridad sutil que se filtraba en cada palabra.
Jihoon, confundido, asintió sin dudar, aunque su mente se desbordaba con preguntas. Cortó el trozo con más cautela de la que había anticipado, y se lo ofreció a Soonyoung con una sonrisa nerviosa.
Soonyoung tomó el pastel sin decir una palabra, lo probó con calma, pero en su rostro no había ni un indicio de sorpresa ni de satisfacción genuina. Sin embargo, sonrió ligeramente al final, con una mueca que podría haber sido una aprobación o solo una cortesía.
—Está rico —dijo, de forma casi mecánica. Sabía que no podía decir lo contrario. Los Forks no sentían el sabor de nada más que los Cakes. Y a pesar de que su comentario sonó como una simple formalidad, Soonyoung sentía algo diferente. La textura del pastel, el delicado sabor de vainilla, lo hacía pensar en algo más que en comida. El aroma que lo envolvía, el sutil tirón en su estómago, era algo que no había experimentado antes con ningún otro Cake.
Jihoon, aún desconcertado, no sabía qué decir. Algo en la mirada de Soonyoung lo incomodaba, pero no podía identificar qué era exactamente. La sinceridad del guerrero no parecía coincidir con lo que había dicho sobre el pastel.
—Te agradezco... Soy Lee Jihoon... —comenzó Jihoon, pero Soonyoung no lo dejó continuar.
—Me llamo Kwon Soonyoung —interrumpió, observando a Jihoon con una intensidad que lo desarmó. —Y he oído hablar mucho de ti. — Mintió — Tu panadería, tus pasteles... Tienes un aroma peculiar, algo que no se encuentra fácilmente por aquí. — Soonyoung dejó caer sus palabras con una calma que solo él lograba transmitir.
Jihoon, al escuchar su nombre mencionado de esa manera, se sintió aún más fuera de lugar. No estaba acostumbrado a que alguien de la talla de un Fork lo mirara de esa forma, como si realmente le importara. Pero más allá de las palabras, había algo en el aire, algo entre ellos que no lograba comprender.
Antes de que Jihoon pudiera responder, un grupo de aldeanos interrumpió la conversación, saludando a Soonyoung. Este se giró ligeramente hacia ellos y, con una ligera inclinación de cabeza, comenzó a alejarse, dejándolo nuevamente solo.
—Nos vemos pronto, panadero —dijo, antes de caminar hacia el centro de la plaza, dejando a Jihoon con una mezcla de sentimientos contradictorios. El aroma a vainilla seguía flotando a su alrededor, pero ahora era más que un simple olor. Era una promesa, un desafío, algo que cambiaba la noche de manera que Jihoon no comprendía, pero que, de alguna forma, ya no podía ignorar.
La fiesta seguía su curso, el bullicio era una mezcla de risas y música que parecía envolver a todos en su ritmo. Jihoon, por primera vez en mucho tiempo, dejó a un lado sus dudas. Observó a los aldeanos disfrutando de la celebración, algunos bailando, otros conversando animadamente. Aunque al principio había permanecido distante, ahora sentía una extraña curiosidad por unirse a ellos. Quizás no tenía que ser tan reservado siempre.
Decidió acercarse a la mesa donde se servían las bebidas, y con un leve suspiro, se sirvió un vaso de licor dulce, el mismo que había visto disfrutar a los aldeanos con tanta libertad. El calor de la bebida se deslizaba por su garganta, haciendo que la tensión acumulada se desvaneciera lentamente. Decidió probar otro vaso, sintiendo cómo el líquido lo desinhibía, envolviéndolo en una sensación de ligereza que nunca había experimentado en su rutina diaria.
Sin embargo, a medida que el alcohol hacía su efecto, su mundo comenzó a girar un poco más rápido de lo que le gustaba. La gente seguía bailando y charlando, pero él, inquieto, comenzó a sentirse más fuera de lugar que nunca. Sin pensarlo mucho, se alejó de la multitud y caminó por los pasillos oscuros del pueblo, buscando algo de calma.
Soonyoung, que lo había visto apartarse de la fiesta, decidió seguirlo, puesto que se encontraba cerca, había estado observando a Jihoon con creciente interés. Algo en su forma de comportarse lo atraía, esa mezcla de inocencia y el reciente cambio en su actitud lo hizo más intrigante. Soonyoung se acercó, sin saber exactamente por qué. La curiosidad había dejado de ser un simple impulso; ahora, algo dentro de él quería saber más, quería acercarse, probar algo más.
Jihoon, ahora más suelto y con una sonrisa tímida, se sentó en una roca, miró hacia atrás y vio cómo Soonyoung se le acercaba nuevamente. Esta vez, la interacción no era tan formal ni cargada de tensión. Soonyoung parecía más relajado, y Jihoon decidió no resistirse, dejándose llevar por la fiesta y el momento.
—¿Te sientes mejor? —preguntó Soonyoung con una sonrisa.
Jihoon, un tanto avergonzado por su pequeño descuido, asintió, aunque el alcohol empezaba a nublar su juicio.
—Sí... la bebida hace su magia —respondió con una ligera risa, mirándolo por primera vez sin tanta incomodidad.
Soonyoung observó su rostro, notando la falta de concentración y la torpeza en sus movimientos. La bebida había hecho efecto más rápido de lo que Jihoon había anticipado, y Soonyoung no podía evitar preguntarse por qué alguien como Jihoon, quien parecía tan reservado y calmado, se había lanzado a perderse en el bullicio de una fiesta.
—¿Y qué te trae a esta fiesta entonces? —preguntó Soonyoung, con una sonrisa amable, pero curiosa.
Jihoon, sin pensarlo mucho, levantó una mano como si no estuviera muy seguro de su respuesta.
—No sé... la gente, la música, tal vez... solo quería ver de qué se trataba, es mi primer año viendo una fiesta tan grande por aquí. —dijo con una leve risa, casi como si todo fuera una broma para él. Pero en su interior, algo más comenzaba a emerger. No solo había sido la curiosidad lo que lo había empujado a ir, sino también una necesidad de conexión que aún no lograba entender.
Soonyoung, al ver cómo Jihoon se relajaba un poco, dio un paso más cerca, con una ligera inclinación de cabeza. El aroma del licor aún flotaba alrededor de él, pero algo en esa cercanía hizo que el ambiente se sintiera más personal, menos abarrotado.
La conversación continuó con más facilidad. Jihoon notó que Soonyoung no era tan intimidante como los demás guerreros, y aunque su presencia era poderosa, había algo cálido en su cercanía. La música seguía fluyendo, y en un instante, ambos se encontraron riendo por algo trivial, como si el resto de la fiesta no existiera.
Fue entonces cuando Jihoon, un poco más osado por el alcohol, se acercó a Soonyoung sin pensarlo demasiado. La atracción que había comenzado a notar por él, algo extraño y a la vez intrigante, se apoderó de él. Sin palabras, sus rostros se acercaron lentamente, como si algo invisible los guiara. La cercanía de Soonyoung, su aroma, la forma en que su risa encajaba con la suya, todo invitaba a un roce que Jihoon no podía evitar.
De repente, Jihoon sintió una necesidad inexplicable de acercarse más, un impulso que no pudo controlar. Con una sonrisa algo borracha pero decidida, dio un paso hacia Soonyoung y, sin pensarlo demasiado, lo besó. No fue un beso apasionado ni urgente, sino algo más suave, más exploratorio.
Soonyoung se sorprendió al principio, incapaz de procesar completamente el gesto repentino de Jihoon, pero enseguida cedió al impulso que le recorrió el cuerpo. No pensaba que ese pastelero, tan callado y meticuloso, fuera capaz de algo tan osado. El beso, suave pero intenso, lo tomó por sorpresa, pero pronto algo en él despertó, algo que había estado dormido por mucho tiempo.
Sintió una corriente cálida recorrer su cuerpo, como si un sabor que había estado esperando durante años finalmente lo alcanzara. El contacto de los labios de Jihoon fue diferente, no era solo la sensación física de un beso, sino la sensación de algo profundo, un sabor que Soonyoung había olvidado. Algo dulce, algo tierno, pero a la vez, lleno de una intensidad inexplicable.
Cuando era niño, Soonyoung había saboreado ese tipo de sensaciones sin esfuerzo, sin conciencia de lo que significaban. Había sido un niño que se dejaba llevar por las pequeñas emociones y los toques ligeros de afecto. Pero desde que se había convertido en un Fork, todo se había vuelto más complejo, más distante. El sabor de la vida, de las relaciones, de los momentos fugaces, había desaparecido entre las responsabilidades y las decisiones duras que conlleva ser quien era.
Cuando se separaron, Soonyoung quedó mirando a Jihoon, la mente aún nublada por lo que acababa de suceder. El sabor de su beso persistía en sus labios, un recordatorio claro de lo que había estado perdiendo. Jihoon, algo desconcertado por la reacción de Soonyoung, parecía estar buscando palabras, pero Soonyoung solo sonrió, casi como si estuviera recordando algo importante.
—No esperaba que fueras tan osado —dijo Soonyoung, su tono suave pero lleno de algo cálido, como si el beso hubiera desvelado una nueva capa de él mismo.
Jihoon, aún algo confundido, se rió nerviosamente, pero en sus ojos había algo que Soonyoung no había visto antes: una chispa, una especie de desafío suave. Como si él también estuviera saboreando algo que no entendía del todo, pero que deseaba explorar.
—No sé por qué hice eso... —murmuró Jihoon, su voz temblorosa.
Soonyoung, con una sonrisa tranquila, acarició su mejilla suavemente.
—A veces, no hay por qué saberlo, Jihoon.
El silencio que siguió fue pesado, pero ya no incómodo. Algo había cambiado entre ellos, algo que ninguno de los dos estaba dispuesto a dejar ir.
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