❝Ice heart❞│Zʜᴀᴅᴏɴɪᴄ│AU

Summary

La nieve espesa yace en las avenidas de No Zone, los copos caen desde el pacífico cielo y las casas están adornadas por la festividad más esperada del año, simplemente perfecto para poder convivir con la familia y gozar de una inmensa paz y armonía. Cualquiera diría que los magnates la pasan mil veces mejor, pero, las riquezas no pueden comprar nada de eso. Y para su decimosexta navidad, él sabe a la perfección que nunca podrá sentir la calidez familiar, ni los juegos y bromas gastadas por las amistades, menos palabras de ánimo o siquiera un obsequio por algún conocido; todo porque nadie es capaz de romper su coraza. Sin embargo, no hay ninguna razón para la que un valiente no intenté derretir ese corazón de hielo.

Status:
Complete
Chapters:
7
Rating:
n/a
Age Rating:
16+

✵❝Limerencia❞✵|Prólogo|

La rutina podría considerarse monótona, los estudios y la práctica del baloncesto absorben el tiempo de cualquiera, y para él, mucho más; casi no recordaba a su madre, con ello, el dolor de haberla perdido, apenas si guardaba una fotografía de ella junto a su padre cargándolo cuando era bebé, el recuerdo que más apreciaba y guardaba con gran recelo. Cuánto desearía tener a alguien para contarle eso, sin que fuera un compañero de equipo o algún profesor, sino alguien de su misma edad, un amigo quizá.

Suspiró por décima vez ya harto de pensar en ello, hablando consigo mismo de lo patético que se veía al estar solo en las bancas superiores esperando a que el resto del equipo se dignará en aparecer; amaba el deporte, en serio, pero la falta de compromiso y la irresponsabilidad arruinaban las aspiraciones que tenía. Dio un respingo al escuchar como una barra de metal caía frente a la entrada del polideportivo, menos mal que nadie venía cruzándola, o hubiera terminado con un golpe severo en la cabeza.

—¡¿Pero qué diablos?! —levantó la vista en dirección a la segunda planta y se topó con un joven apoyado en el barandal, seguía inmóvil a pesar de que la varilla se había caído; palideció por la idea que pronto pareció clara—. ¡O-oye! ¡Chico! ¡Oye es-! ¡OYE, ESPERA!

Sin duda no quería ser testigo de un suicidio y menos si podía evitarlo, de inmediato se echó a correr hacia las escaleras tratando de captar su atención, en vano, mas estando a unos cuantos pasos la perspectiva que llevaba se esfumó cual ráfaga de viento.

—¡OYE-!

—Baja la voz, los profesores están en reunión y no deben verme aquí —espetó apartándose sutilmente de donde estaba, enseñándole al otro la sala de juntas y como nadie parecía percatarse de lo que ocurría afuera—. ¿Qué quieres?

—Ah... Y-yo... —¿Cómo decirle que llegó a toda prisa por frenarlo en un supuesto intento de suicidio? Estaba agitado, pálido, algo nervioso, y el erizo menor lo veía indiferente y con una ligera molestia. ¿Es que acaso podía verse más ridículo?

—Te recomiendo irte, pueden malinterpretar tus intenciones si te ven justo ahí, además, estás a un paso de caer —señaló sus pies, dándose la vuelta sin más que añadir, dejando a un consternado y avergonzado erizo cabizbajo.

Para suerte, sus colegas llegaron y se dieron cuenta de donde estaba, enseguida los gritos de profesores y jóvenes se escuchaban, interrumpiendo la junta de consejo por el tremendo alboroto ocasionado. ¡Genial! Las cosas para Zhadow no podrían ser mejor.

[. . .]

—¿Qué tal las sesiones con la psicóloga? —Soltó con burla uno de los escoltas del equipo, Zilver, quién le pasó la merienda; a veces comía con el blanquecino y su homólogo, Zephiles, siendo ellos los que no le discriminaban al haber entrado en esa preparatoria por beca y no por rango social.

—Deja de burlarte, les he dicho que no intenté hacer nada, ¡¿por qué nadie me cree?! —Mencionó estampando su frente contra la mesa, causándole una carcajada al erizo albino por ver esa actitud tan dramática del bicolor.

—Ay, tranquilo, aunque entiende que todo apuntaba a lo peor, hasta yo lo hubiera pensado. Hablando de eso, ¿no has visto a ese erizo de nuevo?

—Tengo prohibido subir, así que no, ¡pero créeme Zilver! ¡Estaba al borde, cerca del barandal! ¡¿Cómo no me iba a preocupar?! —Exclamó histérico, tomando un sorbo del capuchino recién preparado y dándole una mordida al sándwich.

—Si tú lo dices... —dijo bebiendo de su smoothie; pasados unos minutos el de vetas turquesas al fin se aparecía con bandeja en mano, de inmediato le hizo señas para que los ubicara—. ¡Ey, Zeph, por aquí!

—¿Qué le pasó a Zhadow? Luce peor que cuando pierde un partido —comentó burlesco al acercarse y sentarse a la par del oji-miel.

—Larga historia... —repuso, mas al momento en que iba a continuar se escuchó un estruendo a causa de un azafate, todos voltearon en dirección a la parte trasera donde un erizo verdoso reía a carcajadas acompañado de otro, sólo que con las púas alborotadas—. Excelente, llegaron los insoportables.

—¿Quiénes-...? —Calló al ver a otro erizo más pequeño con respecto a la altura, levantándose del suelo cubierto de la merienda y lanzando la pobre bandeja a quién sabe dónde, en ese momento los estudiantes volvieron a sus asuntos como si no hubiera pasado nada—. Ese... Ese es el chico... ¡Ese es el chico que ví en el segundo piso del campo!

—¿Hm? ¿Hablas en serio? —Preguntó entre confundido y asombrado, igual evadiendo la situación de los otros, no era por ser egoístas, pero andar de entrometido en los asuntos del azulado significaba una represalia nada bonita. Tan concentrado estaba que ni se inmutó cuando el moreno ya andaba lejos de ellos y con rumbo a la esquina, el de piel grisácea le golpeó el hombro y señaló al azabache—. ¿Zhadow, qué crees que haces? ¡Hombre, espera!

—Me alegra que por fin te hayas dignado a venir, se ve que me extrañas —presumió con mofa, ese tono de arrogancia e ironía incrementaron la ira del más bajo, aunque ahora su atención estaba con el de orbes chocolate.

—¿Cuál es tu problema, eh? ¿Qué ganas con hacer tremendo escándalo? —Cuestionó retirando la sudadera que traía al estar toda manchada de comida, pasó saliva al tener que contenerse, ¿no se supone que los hermanos deben cuidarse y estimarse?

—Es mejor que te vayas, odio cuando los demás murmullan, y en lo personal, detesto tener que ser la sombra de mi hermano menor —escupió dándole un empujón para que retrocediera, Scourge se acercó en señal de apoyo y lo abrazó por los hombros.

—Tranquilo, no voy a seguir incomodándote.

Apretó la mandíbula fuertemente al sentir esa punzada en el corazón, aún no olvidaba a su “primer amor”, claro, un pretexto para acercarse a su hermano y a la fortuna de la familia; suspiró obligándose a suprimir esos recuerdos dolorosos que lo atormentaban, aunque quisiera, no podría gritarle todas sus verdades a esos tipos.

Ninguno se percató de la aproximación que llevaba el pelinegro, antes de que les gritara o dijera algo, una joven le interpuso el pie como broma, haciendo que tropezara y cayera. Normalmente las películas o historias románticas describen el momento como el mejor encuentro posible para los amantes, donde sus ojos se conectan y caen en cuenta de que tienen cierta conexión... Bueno, eso es más para la fantasía.

El cerúleo volteó y se dispuso a caminar hacia la salida, siendo frenado al tener que impactar contra el piso gracias a un Zhadow que no supo caer bien, Zaría y su grupo comenzaron a reír viendo lo que ocasionaron, apenas y se repuso del golpe levantó medio cuerpo ya que tenía un bulto oprimiendo su estómago; el chico mayor agradeció por no haberse lastimado casi nada, de hecho, en donde estaba recostado era muy blando. Fue apartado bruscamente y golpeado en el abdomen, quedándose sin aire y ahí mismo en el suelo, con la vista nublada divisó al erizo cían alejarse presuroso, escuchando las risas de ahora media cafetería.

—A-auch... —masculló sosteniendo la parte golpeada, levantándose débilmente hasta que sus compañeros le ayudaron.

—¡Viejo! ¿Qué pretendías? ¿Acaso no sabes que meterte con el hijo menor de los Hedgehog es un suicidio? ¡Agradece que sigues con vida! —Llevaron al muchacho a recostarse en una de las bancas disponibles para recuperar aire.

—Zilver no le digas esas cosas, primero tenemos que ver si está bien y luego le regañas todo lo que quieras —replicó el de pares reptil.

—¡De acuerdo! ¿Zhadow, te encuentras bien?

—Q-que tierno... —expulsó ensimismado, los otros dos se miraron confundidos y hasta algo preocupados porque su amigo hubiera sufrido más que un simple golpe, aunque el vetado sonreía bobamente al recordar ese sonrojo cubriendo las mejillas durazno, esta vez sí se pudo dedicar a verlo, aunque sea por unos segundos.

[. . .]

Días, semanas, meses... Perdió la cuenta de cuánto tiempo llevaba intentando conocer más acerca del frívolo chico que le golpeó, preguntando con los catedráticos y obligándole a sus conocidos a que le dieran información, tanto esfuerzo para que apenas supiera de su récord estudiantil y la pésima reputación que traía, una gran decepción.

Tampoco podía pasarse la vida intentando que volvieran a coincidir en un extraño encuentro, pues ya nunca regresó a la cafetería o siempre se le veía de lejos, específicamente en la hora de salida. Anhelaba todos los días tener la oportunidad de volver a verlo, para que le dijera su nombre, escuchar nuevamente su voz, ver esos pares esmeralda que le congelaron y al mismo tiempo le encantaron, intentar rozar su piel para comprobar que tan suave era...

El balón lo sacó de esos pensamientos al colisionar contra su pobre cráneo, yéndose rebotando hasta donde el público los observaba y que éstos se cubrieran rápido para no resultar heridos; el líder lo riñó por la falta de atención al pase y sus otros compañeros se burlaban de él, menos mal no era un partido serio o hubiera sido una catástrofe.

¡Auch!

Una joven de cabellos fucsias chillaba al ser (supuestamente) golpeada con la pelota, ella miró colérica al rojinegro y estaba a punto de ir a reclamarle, no obstante, antes de que lo hiciera otra presencia se interpuso, la miró arisco y le arrebató el balón, caminando hacia el mayor que estaba inmóvil sin importarle los gritos de la chica.

—Presta atención la próxima vez —fue lo único que expulsó al dejarle la bola e irse nuevamente, los insultos provenientes de esa mujer parecían no afectarle en nada puesto que los ignoraba sin esfuerzo, si antes estaba interesado en conocer de él, ahora era imprescindible hacerlo. Ni los reclamos y gritos del equipo lo hicieron cambiar de opinión, porque lanzó el balón hacia el cabecilla para perseguir libremente al oji-verde, cruzando pasillos y hasta topándose con varios adultos.

—¡Espera! —Cansado de que su presencia fuera ignorada se decidió tomar el antebrazo ajeno, escuchando una profunda queja—. L-lo siento...

—Lárgate de mi vista —musitó adolorido, apresurando el paso no sin antes darle una mirada asesina al de vetas rojas, ordenándole que dejará de seguirlo, suficiente tenía con su familia como para soportar a un acosador.

—Que carácter... —susurró al sentir sus mejillas arder, bastaba con que su generosidad haya sido tanta como para impedir que aquella adolescente le avergonzará frente a media preparatoria y hasta tomará un momento para intercambiar palabras. Volvió al trance de puberto flechado perdiendo de vista a aquel jovencito gruñón.


«Meses después»

—¿Qué hace Zhadow tirado en el suelo? —Preguntó al de peinado extravagante recién entrando al laboratorio de cómputo, el mencionado se levantó de su lugar y fue hasta donde yacía un consternado erizo hecho bolita.

—Al fin aceptó sus sentimientos luego de un año entero de perseguir a ese chico, ahora que le hizo una carta, ni siquiera sabe cómo dársela. Ya le di opciones y hasta me ofrecí a ayudarle, pero creo que tiene demasiado miedo a ser rechazado —expuso soltando un suspiro, no faltaría mucho para que el examen comenzará y la maestra Tangle apareciera, o su amigo se decidía o seguiría tendido en el suelo afuera.

—Vamos Zhad, es el último día de clases, ¡pronto irás a la universidad! ¡Anímate! —Incitó levantándolo antes de que la profesora llegara y todo se quedase en silencio, la vibra de ansiedad y nerviosismo atosigaron al de tez bronceada más de lo que ya estaba.

—Ese es el problema... Pasó todo un año y yo no pude decirle nada, ¡soy un cobarde! ¡Ahora me iré a North Zone y jamás volveré a verlo! —Chilló introduciendo el código para la evaluación digital, los otros bufaron exasperados por ese comportamiento; lo querían, y ahora sí se podían llamar amigos, pero una cosa era lidiar con Zhadow y otra muy diferente a lidiar con el lío amoroso de Zhadow.

—Por Chaos, ¿desde cuándo eres tan dramático e infantil? —Susurró el de orbes miel encendiendo la pantalla del oscuro, precisamente el último día de clases corría el riesgo de perder los exámenes.

—Ah, llega justo a tiempo Zonic. Por favor, tome asiento —pidió la lémur apenas notando la presencia del joven, éste saludó y buscó un lugar desocupado; el erizo grisáceo notó eso y se levantó, pasándose a la par de Zlaze con tal de liberar un espacio cerca del oji-rubí.

—¿A dónde vas Zephiles? —Cuestionó, el mencionado sonrió y fue a sentarse no sin antes señalar a su par; parpadeó varias veces incrédulo al ver trabajar a su amor, al sonrojarse volteó la cabeza a otro lado, Zilver levantó los pulgares en símbolo de ánimos y por fin se armó de valor para saludar—. Ho-hola...

—Está prohibido hablar en las pruebas.

Y así, sus esperanzas se volvieron cenizas. Esas crudas palabras lo desorientaron por completo al grado que casi ni recordaba nada de los temas, literalmente contestó todo al azar; la serie práctica la hizo sin esfuerzo, la de comprensión ni siquiera presentó un análisis, y la de razonamiento lógico, bueno, sería un milagro que obtuviera algún punto.

En una de sus múltiples vistas de reojo se percató que el muchacho terminó su examen, no sabía si correr tras él o simplemente quedarse a terminar la maldita prueba y salvar el semestre. La divinidad le envió un ángel para ayudarlo, y ese ángel fue nada menos que Zilver, quién lo empujó de la silla y le indicó que fuera tras el oji-esmeralda mientras él se ocupaba de modificar las respuestas para que no reprobara el curso. Le agradeció enormemente y salió disparado en busca de su amor platónico, olvidando un pequeño gran detalle.

—¡Espera, Zhadow! ¡TU CARTA!

[. . .]

Cansado de buscarlo por todo el instituto decidió ir a la cancha, recostándose en una de las bancas para dejar salir los tan guardados suspiros que traía reservándose por la carrera dada que ni siquiera valió la pena. El día parecía compadecerlo al estar nublado y con señales de una inminente lluvia, ¿cómo es que pudo perderlo de vista? Que patético debía verse ante los demás. Un pequeño sonido le llamó la atención, giró a ver de dónde provenía ese ruido justamente en donde la barra cayó en marzo, sus ojos fueron en la segunda planta nuevamente y se iluminaron cual niño pequeño al observar algo que anhela con todo su ser. Claro, ¿por qué no pensó en ese lugar antes?

Se apresuró a subir las escaleras y dirigirse a donde el barandal, caminando silenciosamente para no alertar al contrario, pensando en qué decir o hacer cuando ya estuviera a su par, no lo quería echar a perder, su última oportunidad dependía de lo que pasará a continuación.

—Creí que tenías prohibido subir aquí —dijo sin despegar la vista de su cuaderno, dibujó los detalles finales a su retrato y golpeó el piso, en señal de invitación para que el de orbes carmín se sentara.

—Recuerdo que tú también dijiste eso... —contestó acatando la insinuación, unas leves gotas cayeron del cielo, pero a ninguno de los dos le importó; la llovizna aligeraba el ambiente, quizás ese silencio resultó no ser tan incómodo.

—Estoy seguro que todos deben estar muy ocupados como para fijarse en nosotros —mencionó cerrando la libreta y guardando los lápices en un estuche, la mirada del otro no se le despegaba por ningún segundo y eso resultaba irritante—. ¿A qué vienes?

—Y-yo... —buscó entre las bolsas de su chaqueta la famosa carta que le escribió hace meses, sin encontrarla, dándose cuenta que la había dejado en el laboratorio y probablemente el azulado se iría si regresaba por ella, más estúpido no podía ser.

—¿Te llamas Zhadow, verdad? —Preguntó con tal de aligerar el ambiente, realizó una mueca de burla disimulada cuando sintió la torpeza reinar en ese humilde azabache, era gracioso para ser sincero; el mayor se sonrojó y quedó petrificado—. No me mires con esa cara, es imposible no saber el nombre de mi acosador.

—Bueno yo-... Espera, ¡¿Qué, acosador?! —Vociferó pálido, ser persistente es una cosa muy diferente a acosador, ya las esperanzas de dar una impresión decente se fueron por la cañería.

—Todos hablan de eso, mis hermanos empezaron a crear rumores y ya ves, ahora media preparatoria cree que somos pareja —una pequeña sonrisa se formó en su rostro, después de todo ese chisme fue gracias a su “querido” hermano, quien buscaba destruir su reputación mas de lo que ya estaba; pronto más gotas cayeron, los dos fueron a ocultarse debajo del techo, mirándose mutuamente—. ¿Absurdo, verdad?

—Algo... —escoria sería poco comparado a como se sentía en esos momentos, ojalá la tierra se lo tragara ahí mismo; las maldiciones que exclamaba el de menor altura llegaron a sus oídos y le causaron cierta gracia, con el ceño fruncido y las muecas que hacía le daban un toque... Adorable—. ¿No trajiste un paraguas?

—No pensé que llovería... Joder, pasé mucho tiempo haciendo esto y ahora lo mojaré —escupió molesto, no pasó mucho cuando sintió las manos del contrario posarse en sus hombros, aunque le dejó algo, esa chaqueta característica del equipo de baloncesto—. ¿Qué estás haciendo?

—Yo traje uno... Lo dejé en mi casillero, t-te puedo prestar el mío... De paso podemos ir conociéndonos un poco más... ¿Q-qué dices? (Vaya forma de conocernos...)—Pensó sonrojándose igual al tono de sus ojos, una parte le decía que ese era un paso gigantesco y otra que sería enviado gratamente al demonio, estaba caminando en fuego por tomarse tantas libertades con el pequeño diablillo.

—Gracias, voy a devolvértela después —andaba en el cielo mismo al sentir ese roce, por mínimo que fuera y sin importarle que pudiera resfriarse, no solo había interactuado con ese muchacho que le hacía experimentar cursilerías, sino también podrían platicar más a gusto en el camino, claro, en plena lluvia.

Sin duda, sería el último día de clases, mas no el último en que se verían.

Further Recommendations

rosie: I liked everything about it. Loved them both

JORDANA: I like the characters, I would recommend the book to a friend and the it really deserve the 5 start rate

P: I have read many online novels and have seen the same plot with some changes. I have never read a story with this plot line. The characters were described in such detail that you could picture them. There were many characters but they were easy to track because of their description and contributi...

Moira: Loved this book ,infact love ALL your books fabulous author ❤

Hellis.BuecherLand: Eine wunderschöne Geschichte, die alles beinhaltet: Liebe, Glück, Freude, Trauer und vor allem Leidenschaft. Würde ich sofort wieder lesen!

Alexandra: leider ist mir dieses Mal das Ende zu rasch gekommen und auch die Beschreibung von Zärtlichkeiten war sehr zurückhaltend

schommarzr: A well written story. Easy to read. Nice story line. A wonderful book to relax. Keep up the great work. I love reading your stories ❤

Jawneh : Great story... I'm looking forward to reading your next book... Young adults will surely love this story.

Alexandra: kommt hoffentlich bald. Ich mag deinen Schreibstil. 💖💖

More Recommendations

A: Humorvoll und spannend.Ich bin auf Fortsetzung gespannt.

lindiwemsbuza30: I loved everything abt da book its interesting

jadee: Ich empfehle es jedem der eine wunderschöne Werwölfgeschiche mag,de überzeugt geschrieben ist und das Herz erwärmt. Mal ganz anders geschrieben nicht so überzogen. Super Charaktere. Ich liebe es.

A: Ich liebe die Geschichte und bin auf die Fortsetzung gespannt

user-mJ1ev6LvlD: Super zu lesen!!!

About Us

Inkitt is the world’s first reader-powered publisher, providing a platform to discover hidden talents and turn them into globally successful authors. Write captivating stories, read enchanting novels, and we’ll publish the books our readers love most on our sister app, GALATEA and other formats.